martes, 13 de marzo de 2012

De entre la bruma más espesa...
tú, linda libélula.

Te me apareces así,
serpenteando por lo oscuro del abismo,
zigzagueando por entre las sombras del alma.

Te deshaces, resbalas, tiemblas sin miedo
y te vuelvo a crear toda.

Un rayo de luz eclipsará el ayer
e inundará de calor la ausencia.

Entonces, me nutriré del brillo de tus ojos,
del secreto de tu voz.

Desde el campanario amiga,
cuidare de ti.

Admiraré la delicadeza de tu vuelo,
sucumbiré ante tu espectáculo de vida.

¡Qué sublime color,
qué ligereza,
qué belleza la tuya, Clara!

Campanario de brumas
Oh Madrid de Galdós,
Insomnio de Dámaso,
mortífera ciudad la mía...

Prisa y más prisa,
vertiginosa espiral de angustia.

No te amo y no me da pena.
Te siento y me aplasta tu peso.

Hondo pozo de amarguras y penas,
semillero de lamentos,
teatro sin vida.

Líbrame de ti cruel enemiga,
líbrame.

Campanario de Brumas

lunes, 20 de febrero de 2012

" Mientras iba así hablando consigo mismo cruzó con Eugenia sin advertir siquiera el resplandor de sus ojos. La niebla espiritual era demasiado densa. Pero Eugenia, por su parte, sí se fijó en él, diciéndose: "¿Quién será este joven?, ¡no tiene mal porte y parece bien acomodado!" Y es que, sin darse clara cuenta de ello, adivinó a uno que por la mañana la había seguido. Las mujeres saben siempre cuándo se las mira, aun sin verlas, y cuándo se las ve sin mirarlas.
Y siguieron los dos, Augusto y Eugenia, en direcciones contrarias, cortando con sus almas la enmarañada telaraña espiritual de la calle. Porque la calle forma un tejido en que se entrecruzan miradas de deseo, de envidia, de desdén, de compasión, de amor, de odio, viejas palabras cuyo espíritu quedó cristalizado, pensamientos, anhelos, toda una tela misteriosa que envuelve las almas de los que pasan.
(...)
El amor precede al conocimiento, y este mata a aquel. Nihil volitum quin praecognitum, me enseñó el padre Zaramillo, pero yo he llegado a la conclusión contraria y es que nihil cognitum quin praevolitum. Conocer es perdonar, dicen. No, perdonar es conocer. Primero el amor, el conocimiento después. Pero ¿cómo no vi que me daba mate al descubierto? Y para amar algo, ¿qué basta? ¡Vislumbrarlo! El vislumbre; he aquí la intuición amorosa, el vislumbre en la niebla. Luego viene el precisarse, la visión perfecta, el resolverse la niebla en gotas de agua o en granizo, o en nieve, o en piedra. La ciencia es una pedrea. ¡No, no, niebla, niebla! ¡Quién fuera águila para pasearse por los senos de las nubes! Y ver al sol a través de ellas, como lumbre nebulosa también.
"

Niebla
Miguel de Unamuno

jueves, 16 de febrero de 2012

Alberto

Siguen siendo cachitos de mi,
pedacitos de amor reservados para ti,
cuidados con esmero.
Brotas el deseo,
multiplicas las ganas,
desapareces los miedos.

Me brillan tus ojillos de niño en el alma...

domingo, 26 de junio de 2011

Me duelen los ojos de las lágrimas que no quieren salir...

viernes, 10 de junio de 2011

mi viaje....

"Hablemos de ruina y espina,
 hablemos de polvo y herida,
 de mi miedo a las alturas,
 lo que quieras pero hablemos,
  de todo menos del tiempo,
 que se escurre entre los dedos.
Hablemos para no oirnos,
bebamos para no vernos,
 hablando pasan los dias
que nos quedan para irnos,
yo al bucle de tu olvido,
tu al redil de mis instintos...
¡Maldita dulzura la tuya,
maldita dulzura la tuya!
Me hablas de ruina y espina,
te clavas el polvo en la herida,
me culpas de las alturas
que ves desde tus zapatos.
No quieres hablar del tiempo,
aunque este de nuestro lado.
¡Maldita dulzura la mia,
maldita dulzura la mia
maldita dulzura la nuestra!
  Maldita dulzura Vetusta Morla

domingo, 8 de mayo de 2011

Mirra fluida...

Cuando dormía
y mi corazón velaba,
la voz de mi amado oí,
"abre, hermana mía,
ábreme paloma,
que mi cabeza está cubierta de rocio
y mis cabellos del relente de la noche."
Metió la mano por el agujero de la cerradura
y toda entera me estremecí,
me levante corriendo
y mis manos destilaron mirra,
mirra fluida mis dedos por el pestillo de la puerta.
Abrí, abrí a mi amado pero no estaba,
ya había pasado.
¡Y el alma se me escapó en su huida!
Lo busque, no lo hallé,
lo llamé, lo llamé y no me respondió.
¡Me encontraron los guardias,
que hacen la ronda,
me golpearon, me desnudaron
los guardias de las murallas!

¡Os conjuro, hijas de Jerusalén
si encontrais a mi amado,
decidle que muero de amor!.

Cantar de los cantares