tú, linda libélula.
Te me apareces así,
serpenteando por lo oscuro del abismo,
zigzagueando por entre las sombras del alma.
Te deshaces, resbalas, tiemblas sin miedo
y te vuelvo a crear toda.
Un rayo de luz eclipsará el ayer
e inundará de calor la ausencia.
Entonces, me nutriré del brillo de tus ojos,
del secreto de tu voz.
Desde el campanario amiga,
cuidare de ti.
Admiraré la delicadeza de tu vuelo,
sucumbiré ante tu espectáculo de vida.
¡Qué sublime color,
qué ligereza,
qué belleza la tuya, Clara!
Campanario de brumas