Cobardía,
heroismo macabro,
humildad malsana disfrazada de ti.
No me conoces.
Ni tú tampoco.
Por eso construís imágenes,
infectais el recuerdo
y malograis el objetivo.
Después,
esas leyendas desfiguradas,
fantasmagóricas,
bailan entorno a mi ego
y tengo que asfixiar lo que fuiste.
No puedo permitirmelo,
se agota el aire en el intento
y me visitas en mala hora.
Cierro los ojos,
relajo el rostro
e inspiro su verdadero espíritu:
es de nuevo un ser feliz.
No hay dolor,
no existe el miedo
ni la angustia.
Los límites se trasponen
y un universo de energía te recobra.
viernes, 17 de diciembre de 2010
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