viernes, 17 de diciembre de 2010

Cobardía,
heroismo macabro,
humildad malsana disfrazada de ti.

No me conoces.
Ni tú tampoco.
Por eso construís imágenes,
infectais el recuerdo
y malograis el objetivo.

Después,
esas leyendas desfiguradas,
fantasmagóricas,
bailan entorno a mi ego
y tengo que asfixiar lo que fuiste.

No puedo permitirmelo,
se agota el aire en el intento
y me visitas en mala hora.

Cierro los ojos,
relajo el rostro
e inspiro su verdadero espíritu:
es de nuevo un ser feliz.

No hay dolor,
no existe el miedo
ni la angustia.

Los límites se trasponen
y un universo de energía te recobra.