Desgarro la piel de mi alma,rasgo la comisura del olvido
e intento sangrar la escarcha
que espesa tus venas.
No estás, no te encuentro.
Asfixio mi aliento,
infarto mis entrañas,
atollo mi cerebro
y no estás y no te encuentro.
Araño entonces la gangrena de la herida,
arranco con los dientes la costra desabrida
y ahogo la voz que no te pertenece.
Pero no estás y no te encuentro.
Si después castro las raíces
que no nacen de ti,
si siego los tallos que espuman
de las mortecinas lágrimas
y racimo los huesos quebrantados,
ni siquiera así estás,
ni siquiera así te encuentro.
Por todo esto, en la hora extrema,
desfiguro la imagen fantasmal,
atisbo la sombra de tu sombra
y siembro de vida la fútil mirada
y ahí te pienso
y ahí te encuentro.
Si además te descubro escondida
entre las curvas de mis manos,
matizando el encanto de mis ojos,
avivando las ascuas ya dormidas...
sólo así estás, sólo así te siento.
Y es entonces cuando te mueves en mi,
con la savia entumecida,
la sonrisa polvorienta
y la solo sospecha de estar viva.
A tí, Campanario de brumas